Sábado muy temprano salimos hacia Malinalco, un pueblo mágico del Estado de México. El camino vía La Marquesa, es hermoso, entre montañas, coníferas y nubes que suelen estar bajas. Para tomarlo con calma, y llegar cuando el paisaje y los topes de los pueblitos que se cruzan, lo permitan.
Un clima cálido nos espera para irnos directo a visitar el Convento de Malinalco fundado por los Agustinos. Destacan sus murales, pintados por los indígenas, bajo supervisión de los frailes, que mezclan símbolos religiosos con la fauna y flora de la zona de la época prehispánica.
Luego, nos detenemos a comer alrededor de la plaza principal, los típicos antojitos. Necesitaremos energía suficiente para subir los escalones que nos llevarán a las ruinas arqueológicas, en el Cerro de los Ídolos.
El camino hasta la cima es un reto, con mucha oferta de guías para narrarnos las historias de los guerreros águila y jaguar que llegaban hasta allí, luego de pasar pruebas físicas, para la ceremonia de iniciación al ejército azteca.
Arriba, el Cuauhcalli, una verdadera obra de arte labrada en la misma montaña.
Desde allí se puede tener una de las más bellas vistas del pueblo y del valle.
Al descender por la calle principal, los artesanos, ofrecen sus colibríes tallados en madera y los atrapa sueños, así como las ya clásicas nieves frutales, listas para saborearlas.
A la mañana siguiente, queríamos llegar al Santuario de Chalma, el centro de peregrinaje religioso más importante, después del Guadalupano.
Los orígenes de Chalma son prehispánicos y en sus alrededores existen cuevas donde se veneraba a la deidad Oztocteotl.
Algunas leyendas buscan hasta hoy, el encuentro de las antiguas deidades con la fe cristiana.
Dicen que cuando vas a Chalma por primera vez, debes pasar por El Ahuehuete, comprar una corona de flores, llevarla puesta para luego entregarla como ofrenda en el Santuario.
La costumbre, también, es bañarse en las aguas del manantial, consideradas milagrosas, que brotan bajo ese árbol centenario lleno de misticismo. Esto permitirá llegar limpio y renovado.
Así que esa mañana, con nuestras coronas de flores, bautizados por el agua del manantial, estábamos listos para nuestra última parada.
Los kilómetros que separan El Ahuehuete de Chalma, son muy pocos, pero la caravana de autos casi peregrinando, llenos de guirnaldas de flores, y lo sinuoso del camino, hace que el arribo se demore.
Las cruces en las montañas y la multitud dominical nos dan la bienvenida. Centenares de peregrinos llenan las escaleras que descienden hasta el templo, a buscar una bendición o simplemente a agradecer.
Para terminar el paseo, volvemos por La Marquesa, listos para pescar nuestra trucha y comerla en uno de los restaurantes más lindos de la zona, El Manantial.
Ahí al calorcito de los leños, disfrutamos en familia ese típico manjar y ya nos disponemos al regreso a la ciudad, bendecidos y purificados en Chalma.
Y ya cuando algún propósito no se nos cumpla, tendremos el consuelo del famoso refrán, “Ni yendo a bailar a Chalma”.
Ali que hermosos recorrido,adoro la cultura de México... Gracias por hacerme parte de tu viaje...besos desde tu Inriville
Hermoso Malinalco! Me encantó este pueblo mágico! Siii, extaño los paseos Ali!
Que lindo México y como nos lo contás Ali! Se extrañan los paseitos :)
Alice, me encanta leerte! Que ganas me dan de ir !
Me dan ganas de salir ya para hacer este fantástico recorrido , Gracias Ali por acercarnos a nuestro Mexico lindo y querido!