Después de mucho tiempo, este año volvimos a San Miguel de Allende.
En el Estado de Guanajuato, a unos 250 kilómetros de la Ciudad de México y con el orgullo de haber sido declarado Patrimonio de la Humanidad desde 2008, ahí se encuentra uno de los pueblos mágicos más lindos de la República Mexicana.
El centro histórico de San Miguel de Allende nos transporta al pasado de mansiones coloniales, antiguas iglesias y calles empedradas.
Este viaje familiar en medio de la pandemia, nos llevó a planearlo de otra forma. No estábamos convencidos de alojarnos en un hotel y decidimos alquilar una casa en los alrededores a pocos minutos del centro de la ciudad.
Lo cual nos resultó increíble para manejar los tiempos familiares con el atractivo turístico del pueblo.
Llegamos a la tarde para instalarnos y a la mañana siguiente disfrutar del centro histórico. Los campanarios de la Catedral de San Miguel Arcángel, inspirados en la arquitectura europea, impacta y se lleva toda la atención en ese paseo matinal, donde no pueden faltar las artesanías, recorrer las callecitas empedradas, las puertas coloridas, muchas decoradas con las clásicas estrellas y flores.
Al mediodía unos tacos nos esperan en el Jardín Central, donde muchas opciones se presentan, para seguir por el Mercado de Artesanías, lleno de puestos con arte folclórico, joyería, souvenirs y perdernos en sus calles para disfrutar de una nieve que nos refresque bajo el intenso calor de la tarde.
Seguimos con un recorrido por “Fábrica La Aurora”, una gran galería de arte, de expositores múltiples, casas de decoración y donde la estética no queda librada al azar en ningún rincón. Algunas compras de artesanías y listos para disfrutar la tranquilidad del hogar y las estrellas en una noche tan clara que nos permite aún en la lejanía divisar la gran Iglesia.
El sábado visitamos el pueblo Atotonilco y su bello Santuario barroco de Jesús Nazareno. Conocido como la “Capilla Sixtina Mexicana” es un centro de peregrinación muy importante en el país. Puedo decir que su belleza no decepciona, al contrario encandila.
Su puerta de madera, testigo de los años e historias que pasaron, los muros increíblemente pintados desde el Siglo XVIII, no dejan de maravillarnos y sorprendernos.
Este Santuario fue participe de la historia independista, ya que Miguel Hidalgo tomó de allí un estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe como bandera del ejército insurgente.
Salimos y nuevamente recorremos los puestos de artesanos que se encuentran a la vera de la calle principal.
Volvemos por una comida tarde al centro de San Miguel, donde sumamos un recorrido por las distintas galerías de arte en la ciudad, tiendas de decoración y delicias de la cocina gourmet.
El pueblo nos invita a pasear, y esta vez, en el tranvía que recorre sus calles con turistas expectantes de historias y tradiciones.
Imperdible también entrar a los puestos de dulces por unos antojitos, los famosos chocolates típicos de la región y las delicias regionales.
El último día nos disponemos a tomar el brunch en uno de los hoteles más encantadores de San Miguel, el “Rosewood” y su terraza nos espera para saborear todas las delicias de la cocina mexicana: tacos, quesadillas, sopes y tlacoyos.
Maestros cocineros preparan esos manjares al tiempo de comerlos en un escenario cuidado y preparado de vajilla poblana y manteles tenangos.
Un último recorrido por el Parque Benito Juárez, más artesanías, las estrellas de metal, los corazones de vidrio, sombreros y miles de fotografías serán el mejor recuerdo de un viaje corto y maravilloso por esta Ciudad que en 2017 fue nombrada como la mejor ciudad del mundo por su calidad de vida, su aporte cultural y belleza arquitectónica.
Hermoso Lugar Ali... me encantan tus fotos...
Que lindos recuerdos me trajiste a la memoria Ali! San Miguel es una ciudad hermosa y super interesante.